sábado, noviembre 20, 2021

Monteverdi Sierra Cabriolet de Avenue 43








La Crisis del Petróleo de 1973 trajo consigo un importante cambio de paradigma en la industria del automóvil. De buenas a primeras, los coches grandes y potentes y dieron paso a automóviles más racionales y, sobre todo, más económicos en el gasto de un combustible que por primera vez se tuvo conciencia de que era escaso. La mayoría de fabricantes tuvo que reinventarse, incluido Monteverdi, el pequeño constructor suizo de automóviles GT y deportivos.

Peter Monteverdi había situado su empresa a principios de los 70 junto a la élite de fabricantes de automóviles de lujo y deportivos. Sus elegantes y exóticos GT con carrocerías de estilo italiano y potentes motores Chrysler V8, la serie 375 y sus derivados, eran muy atractivos para quienes querían un coche diferente con el que ser el centro de las miradas, pero la Crisis del Petróleo eliminó el interés por este tipo de automóvil incluso entre el público al que iban dirigidos. 

Tras un cambio en la política de la marca, Peter Monteverdi apostó entonces por productos muy distintos, pero a la postre, dirigidos al mismo acaudalado público. Por un lado debutarían los Sahara y Safari, dos lujosos 4x4 basados en el International Harvester Scout. Por el otro, el Sierra, una berlina de lujo. 

El Sierra se presentó en 1977 y no era la primera berlina que fabricaba Peter Monteverdi, aunque poco o nada tenía que ver con el efímero 375/4, derivado de los deportivos 375 L High Speed. El Sierra tenía un aspecto con ciertas similitudes al Fiat 130 o al Alfa Romeo 6 y era un competidor directo para los Mercedes Clase S y Jaguar XJ, o por lo menos, era el segmento en que aspiraba moverse. Estaba basado en los Dodge Aspen y Plymouth Volare, de los que tomaba varios paneles de la carrocería, aunque la empresa Carrozzeria Fissore de Turín se encargó de su diseño final. Se fabricaron unas 15 unidades del Sierra berlina, además de cinco con carrocería station wagon familiar.

En el Salón de Ginebra de 1978, Peter Monteverdi presentó la versión Cabriolet del Sierra. La empresa lo vendía como un competidor directo del Rolls Royce Corniche y sobre el papel así lo era, pues lo cierto es que eran las únicas berlinas de cuatro plazas y carrocería descapotable del mercado entonces, toda vez que el Jaguar XJS y el Mercedes SL tenían una vocación más deportiva. El Sierra Cabriolet se basaba en el Dodge Diplomat Convertible y, al igual que en la berlina, la carrocería fue obra de Fissore. Peter Monteverdi solía recurrir al empleo de muchas piezas de la gran serie para sus coches, de modo que en el Monteverdi Sierra Cabriolet pueden encontrarse los faros delanteros del Fiat 125, los traseros del Renault 12, asientos, volante y otras piezas de BMW en el interior, o llantas deportivas Wolfrace, además de los paneles de la carrocería de Dodge modificados por Fissore. Bajo el capó, Monteverdi seguía recurriendo a los motores suministrados por Chrysler, aunque en esta ocasión se trataba de un V8 de 5.2 litros y 175 CV, nada que ver con viejos y potentes Magnum usados en la serie 375. El cambio era automático Torqueflite A903 de tres velocidades. 

Con un precio muy alto, aunque "inferior al del Rolls Royce Corniche", el Sierra Cabriolet no captó la atención deseada y sólo se construyeron dos unidades, una de color plata, que el propio Peter Monteverdi se quedó y hoy día encuentra expuesta en la colección de coches del museo de la marca en Binningen, y una segunda unidad de color rojo que primero perteneció a una empresa editorial helvética y que a día de hoy se encuentra a la venta por 198.000 francos suizos.

El fabricante alemán Autocult cuenta en su catálogo con varias líneas de producto y una de ellas recibe la denominación Avenue 43. Para este sello, Autocult sólo realiza miniaturas de automóviles únicos o casi, como se trata del modelo que protagoniza esta entrada del blog, el raro Monteverdi Sierra Cabriolet del que se sólo se fabricaron dos ejemplares. Autocult sorprende cada vez más y mejor con sus creaciones y en lo que a la calidad de las mismas se refiere y en esta ocasión llama la atención como estamos antes una soberbia miniatura del que probablemente sea uno de los coches con menos encanto y más anodinos de Monteverdi, aunque no por ello deje de ser un automóvil realmente interesante. El molde parece correcto en formas y proporciones en atención a las fotos que encontramos del coche real por internet, y el trabajo de pintura así como del interior en el moldeado y el detallado es también muy bueno. No parece una miniatura que vaya a ser de interés de muchos coleccionistas, pero sin duda, los incondicionales de la marca Monteverdi seguro que ya tienen un hueco para ella en la vitrina. 

viernes, noviembre 12, 2021

Intermeccanica Murena 429 GT de Autocult







Si el mercado no te ofrece el automóvil que estás buscando, sin duda alguna la mejor opción es fabricárselo uno mismo, sobre todo para los dos acaudalados neoyorquinos Joe Vos y Charlie Schwendler. Este par de amigos disfrutaba de conducir un Porsche 911, pero cuando iban de viaje a esquiar su deportivo alemán no tenía espacio suficiente para el equipaje y el material, con lo cual tenían que recurrir un auto de mayor tamaño y, por supuesto, no tan divertido de conducir. Es por eso que fraguaron la idea de construir un automóvil que fuese potente y divertido de conducir a la vez que práctico y espacioso. Obviamente, este situación puede parecer una auténtica excentricidad, pero si se tiene en cuenta que Schwendler era el heredado de la compañía aeronáutica Grumman, la cosa iba bastante en serio.

La idea de colocar un motor V8 de gran serie americano en un deportivo europeo tuvo un especial predicamento en la década de 1960 dando lugar a la primera utilización de concepto de automóvil híbrido. Esta tendencia permitió que algunos apasionados del automovilismo optaran por construirse un coche al gusto una vez que el mercado estándar no podía satisfacer su propia necesidad. Fue la fórmula en la que pensaron Vos y Schwendler.

A la hora de buscar a un fabricante para el coche de sus sueños, el camino les llevó directamente al empresario canadiense Frank Reisner y su empresa Intermeccanica con base en Turín. En un principio, Reisner se mostró desconfiado, pues ya había tenido alguna mala experiencia con clientes similares. Incluso llegó a sospechar que se trataba de dos inspectores de Hacienda. Vos y Schwendler por su parte tampoco se mostraron muy convencidos de las posibilidades de Intermeccanica tras la primera visita a su sede en 1968, pero al final hubo entendimiento, sobre todo porque los dos amigos sólo querían dos coches.

Tal y como recoge el libro 'Intermeccanica, the story of the prancing bull', de Andrew McCredie, el diseño del coche fue obra del joven Ivo Barison y no del célebre Franco Scaglione, por entonces diseñador jefe de Intermeccanica. Un artista de la madera llamado Rainiero se encargaría de realizar los moldes en madera. Llamaban la atención de las formas del coche su altura y anchura, además de su generoso tamaño. El diseño aplicado fue el de una especie de 'Shooting Break', de puertas hacia delante parecía un coupé y de puertas hacia atrás un familiar. El enorme capó albergaba un motor Ford V8 Big Block de 7.0 litros -429 ci- que erogaba 360 CV, aparejado a una caja de cambios automática de tres velocidades. 

Resulta también curiosa la anécdota relativa a la denominación del coche. Se cuenta que Joe Vos estaba cenando en un restaurante muy exclusivo con un ejecutivo de la Fiat, y preguntó por el nombre del pescado con que estaba hecha su ensalada. Le explicaron que era Murena, un pez de forma alargada y apariencia feroz que se esconde a esperar sus presas en cavernas submarinas. Le gustó y lo adoptó. Vos se jactaba que sólo le había costado cuatro dólares elegir la denominación de su coche cuando por norma general suele ser un proceso largo y costoso. Unos años después, Simca también denominaría como Murena a uno de sus coches. 

En 1969 ya estaba listo el primer Murena y Charlie Schwendler viajó a Italia para llevarlo a EEUU en el crucero 'Rafaelo' con destino el New York Motor Show, donde se expuso al público por primera vez. A un altísimo precio de 14.750 dólares, el primer Intemerccanica Murena fue adquirido por un concesionario Maserati de California. Se anotaron 200 pedidos, incluyendo el encargo del entonces vicepresidente ejecutivo de Ford, Lee Iacocca, el cual acordó con Vos y Schwendler que pasarían por Detroit con el coche de muestra para lo pudieran ver en la sede central de Ford. En su periplo atravesando EEUU fueron multados al ser cazados por la Policía a 260 Km/H, aunque todo lo pudieron arreglar permitiendo a los agentes de la Ley probar el exótico automóvil. 

Finalmente la producción del Intermeccanica Murena  se ciñó a entre 10 y 11 unidades según autores. La limitada capacidad de Intermeccanica y que Vos y Schwendler no quisieron dar el paso de constituirse como fabricantes fueron los motivos principales. Destaca también la anécdota de uno de los miembros del grupo de hard rock Iron Butterfly, que adquirió un Murena, lo destrozó, y compró una segunda unidad. 

Como automóvil, el Intermeccanica Murena era realmente interesante y muy exótico. Gracias a los 360 CV de su motor y pese a su generoso tamaño, aceleraba de 0 a 100 en 7,5 segundos. Podía solicitarse con dos o cuatro asientos y el equipamiento era bien abundante. Asientos e interior de cuero, vidrios polarizados, ventanilla trasera térmica, radiocasette de ocho pistas, minibar, nevera y mesa de picnic. Sin duda, el coche ideal según el propósito para el que sus creadores lo concibieron. Su consola central llena de interruptores parecía la de un avión. 

Autocult, la marca creada por Thomas Rotschmann, se caracteriza por reproducir a escala 1/43 y en resina los vehículos más raros y exóticos de la historia del automóvil y este Intermeccanica Murena encaja perfectamente en su filosofía. Fue lanzado al mercado en abril de 2016, siempre me llamó la atención y recientemente decidí que ya era hora de incluirlo en la colección. Pese a ser una miniatura de aspecto sencillo, cuenta con un acabado de primer orden y destaca especialmente la magnífica aplicación de la pintura. Las formas del molde parecen correctas y proporcionadas y el interior está muy detallado, algo que podemos observar al mirar por su luneta trasera. Una incorporación perfecta para mi subcolección de coches híbridos de los 60 y 70 y el segundo Intermeccanica de mi colección. Una miniatura sensacional que merece mucho la pena y que recomiendo a todo aquel que esté planeando adquirirla, que no lo demore mucho, pues cada vez son más escasos.