Gran Bretaña 1959. La Bristish Motor Corporation presentaba ese año un automóvil llamado a ser uno de los más trascendentales de la historia, el Mini, que revolucionaria y cambiaría en lo sucesivo la forma de ver y de fabricar los coches utilitarios. Ese mismo año, la división británica de Ford también introdujo en el mercado otro automóvil especialmente popular. No era tan innovador y revolucionario como el Mini, pero sí estaba muy construido y tenía mucha calidad pese a ser más conservador y convencional.
La cuarta generación del Ford Anglia se distinguió por su novedoso y llamativo estilo muy inspirado en sus hermanos de la división de EEUU. Elwood Engel fue el responsable de sus líneas que recordaban a los Studebaker y de las que llamaba la atención la luna trasera inclinada hacia fuera al igual que algunos Lincoln y Mercury coetáneos, recurso estético que en los años venideros pudo verse en otros modelos de la cada como el Ford Consul Classic o en el Citroen Ami 6 francés.
El Anglia, denominado en sí por una región del sureste de Inglaterra, iba equipado con un motor cuatro cilindros OHV de 997 cv de formas muy compactas denominado Kent. El motor de por sí proporcionaba muy buenas prestaciones, amén de que supuso una muy buena base para los especialistas preparadores de coches para los rallyes y las carreras de turismos, donde el Anglia resultó un vehículo muy popular, obteniendo buenos resultados en múltiples competiciones.
El Anglia se fabricó hasta el año 1967 siendo sustituido por el moderno Escort. Dentro de la cultura popular, el Ford Anglia resulta sin duda el coche más célebre entre los fans de la saga literaria y cinematográfica Harry Potter de JK Rowlings, ya que en la segunda entrega de la misma aparece como el coche familiar de los Weasley. Es el único Ford Anglia que se ha visto volar a día de hoy y todos recordarán las escenas donde Harry Potter y Ron Weasley pierden el tren a Hogwarts y utilizan el Anglia para desplazarse hasta el citado lugar con desastrosas consecuencias para el simpático automóvil.
Tengo que reconocer que lo mío con las miniaturas de la firma Vanguards del Grupo Corgi es una suerte de adicción. Siempre me llama la atención el peculiar encanto que desprenden. reproducen con mucha fidelidad y precisión al vehículo en cuestión, pero tienen a la vez ese encanto de juguete añejo. Ningún otro fabricante me despierta esas sensaciones, ni siquiera Norev. Esta miniatura ha sido un regalo que ha llegado de Londres por parte de mis padres y mi querida prima Prado. Como es habitual en los Vanguards, las formas del coche, son correctas y precisas y el acabado exterior es sobresaliente, incluyendo los típicos faros de diamante, quizás un importante aporte a ese encanto que menciono unas líneas arriba. El interior está bien modelado pero apenas detallado, siendo su único punto negativo pero que no debe ser un impedimento para adquirir el modelo.
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