El uso de la efigie de un animal como emblema de una marca de automóviles suele tener como objetivo aplicar las principales virtudes del mismo al fabricante en cuestión. Y hay casos bien conocidos. El 'Cavallino Rampante' del Conde Baracca que Enzo Ferrari emplea desde finales de los 40 ejemplifica a la perfección en la figura del caballo la sutil combinación de velocidad y belleza de los coches de Maranello y en contraposición, su máximo competidor, Lamborghini, hace lo propio con el toro de lidia enfurecido, sinónimo de fuerza y bravura. La cigüeña en vuelo, elegante, bella, delicada y distinguida, resumía los atributos que Hispano Suiza quería para sus coches, del mismo modo que para huir de un logotipo con gran carácter peyorativo, Jaguar adoptó al felino más poderoso de la jungla amazónica, fiero, rápido y letal, pero a la vez dotado de una elegante belleza. ¿Y qué mejor para simbolizar valores como la robustez, la fiabilidad y la fidelidad de los camiones Mack hacia sus conductores que el simpático perro bulldog? Vistos estos ejemplos, cabe preguntarse, ¿qué llevó a John Gordon y a Jim Keeble a colocar en el frontal de su coche una tortuga?
El ingeniero John Gordon desarrolló su propio automóvil deportivo tras el prematuro fin de la empresa para la que trabajaba, Peerless Cars, para la que creó el formidable Peerless GT de mecánica Triumph. Presentó el coche en el Salón de Ginebra de 1960 a modo de prototipo bajo el nombre de Gordon GT. Era un elegante coupé diseñado por Giorgetto Giugiaro para Bertone y dotado de un motor Chevrolet V8 283 de 4.6 litros. Llamaba la atención su frontal con faros al estilo 'Chinese Eyes', recurso estético que también se vería en coches como el Triumph Vitesse Six, el Lagonda Rapide, el Lancia Flaminia o los Rolls Royce y Bentley con la carrocería MPW. El auto empleaba soluciones técnicas innovadoras y refinadas como un chasis ligero multitubular, suspensión independiente y frenos de disco en las cuatro ruedas. Todo ello llamó la atención de Jim Keeble, que se asoció con John Gordon proporcionando la financiación para producir el coche, que pasaría a denominarse Gordon-Keeble GKN International Tourer.
El nuevo fabricante de automóviles se estableció inicialmente en Slough, luego se trasladaría a Eastleigh y finalmente a Southampton. Una vez entrado el Gordon-Keeble en producción se produjeron dos cambios, el primero: la carrocería se construiría en una mezcla de poliéster y fibra de vidrio alejando así uno de los grandes problemas que siempre han acarreado los autos británicos, la corrosión. El segundo, se emplearía para motorizarlo la unidad motriz Chevrolet V8 357 ci proveniente del Corvette, con 300 cv de potencia, fruto de un acuerdo directo con General Motors tras ser presentado el coche en Detroit. El conjunto integrado por un chasis ligero, una carrocería de fibra y un potente motor americano desembocaba en un automóvil especialmente rápido. Por este motivo, John Gordon y Jim Keeble haciendo todo un alarde humor británico decidieron que el emblema de su coche fuese el animal más conocido popularmente por su lentitud, la tortuga. Un ejercicio de sarcasmo sin precedentes en la historia del automóvil.
El gran turismo Gordon-Keeble estuvo en el mercado entre 1964 y 1967 y se vendieron en total 99 unidades. En estos tres años el devenir de la empresa deparó muchos cambios, de este modo John Gordon abandonó la empresa en 1965, que fue comprada por Harold Smith y Geoffrey West, que la mantuvieron bajo el nombre de Keeble Cars hasta principios de 1967, que cerró. En 1968 un americano, John de Bruyne, adquirió los derechos para producir de nuevo el Gordon-Keeble, pero la intentona no fructificó. El índice de supervivencia de los coches Gordon-Keeble es un muy alto, no obstante, son piezas altamente cotizadas en el mercado del coleccionismo.
El fabricante holandés de miniaturas Matrix Scale Models está logrando poco a poco un completo catálogo de modelos a escala de los autos más exóticos que se han fabricado y como nuevo integrante del mismo llega una muy buena miniatura del Gordon-Keeble GT, el conocido entre los aficionados como el "coche de la tortuga". Se trata de una réplica con una ejecución impecable, con la habitual calidad que imprime Matrix a sus trabajos, acabados muy finos que se dejan ver desde la aplicación de la pintura, las proporciones del molde y el habitual uso de metal fotograbado para los detalles y piezas independientes. Una de esas miniaturas que destaca cuando se la coloca en la vitrina.
1 comentario:
Ya lo creo que destaca, por presencia y calidad sobre todo. Pero para mí también tiene el valor de lo raro y desconocido, te agradezco tu reseña tan buena y extensa sobre la marca (de la cual lo ignoraba todo).
Por otro lado, el coche me recuerda a un Facel Vega, levemente.
Y la miniatura es fabulosa, pero lo tendrá difícil para destacar en tu vitrina con tantos modelos espectaculares que posees.
Saludos!
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