O se ama o se odia, así era el Aston Martin Lagonda, uno de esos coches tan raros y extravagantes capaces de crear sentimientos tan contradictorios en los aficionados al motor. Corrían los años 70, la crisis del petróleo azotaba al mundo y la empresa Aston Martin atravesaba uno de los periodos más convulsos de su historia, siempre con la alargada sombra de la bancarrota pendiendo cual espada de Damocles, lejos de la feliz era David Brown de los años 60.
La marca Lagonda fue creada en los años 20 por Wilbur Gunn, un divo americano que emigró al Reino Unido para tratar de triunfar en la ópera y que acabó fundando una compañía de automóviles que en 1947 fue anexionada a Aston Martin. Gunn denominó así a su empresa en honor a su pueblo natal, Lagonda Creek, en Ohio.
El primer coche de Lagonda bajo el paraguas de Aston Martin fue el Rapide de 1961, una berlina de líneas clasicas motorizada con el propulsor de un Aston DB4. Unos años más tarde vendría el Aston Martin DBS V8 Lagonda, una versión de cinco puertas del DBS Coupé. Ambos modelos tuvieron ventas anecdóticas y no llegaron a producirse en serie.
Resulta extraño que los ejecutivos de Aston Martin llegarán a la conclusión de que en plena recesión económica mundial y con el petróleo alcanzando precios astronómicos sus clientes demandasen una gran berlina de lujo. Bueno, sea como sea habrá que agradecer esa falta de vista comercial ya que si no nunca hubiésemos llegado a ver este fantástico automóvil.
Contrariamente a sus antecesores nombrados antes, el nuevo Aston Martin Lagonda no derivaba de un modelo de la serie. Sí empleaba un chasis alargado del nuevo modelo V8, además de su mismo motor.
La empresa dio carta blanca al diseñador William Towns, también llamado en algunas publicaciones como el alter ego británico de Giorgio Giugiario, y éste dio algo más que rienda suelta a su creatividad. El nuevo coche, con un más que impactante diseño en cuña, fue toda una declaración de guerra a las líneas más conservadoras. Transmitía mucha velocidad e innovación, pero el halo de la elegancia y la clase británica estaba también muy presente.
La presentación en sociedad se hizo el 12 de octubre de 1976 en el mítico taller de Lionel Martin en Aston Clinton, mezclándose así la historia y la tradición de la marca, con su producto más moderno y avanzado. Con una longitud total de 5,2 metros, lo que más llamó la atención de la nueva gran berlina de Aston Martin eran sus cuatro faros delanteros retractables, algo más propio de un coupé deportivo que de un automóvil de representación y lujo.
Pero si su estética de Halcón Milenario no dejó impasible a nadie, su interior tampoco se quedaba atrás. Lo primero que captaba la atención era su volante de un sólo radio. Parece que más que hablar de un Aston Martin, lo estamos haciendo de un Citroen, por aquello de una berlina de líneas muy futuristas y volante de un sólo radio. Luego estaban los controles y displays, resueltos con pulsadores táctiles y el cuadro de instrumentos, completamente digital.
Aston Martin recurrió a un motor de la casa para equipar al Lagonda, concretamente al V8 de 5,3 litros, con la potencia reducida a 280 cv para hacerlo más suave que los coupés. La transmisión era una Chrysler Torqueflite de tres velocidades. No fue hasta el 24 de abril de 1978 cuando se empezaron a entregar las primeras unidades.
En 1984 muchos de los instrumentos se acompañaron de indicadores de voz (sí, el Renault 25 no fue el primer coche de serie que hablaba), pudiéndose elegir el idioma entre el inglés, el francés, el alemán y el árabe. En 1986 se presentó el primer restyling del coche, con un motor potenciado hasta los 300 cv y en 1987 llega una nueva serie con carrocería de aluminio algo más redondeada y luces frontales de tres ópticas cada una. La producción se paró en 1990 después de 13 años y 645 unidades vendidas.
Uno de los puntos más débiles de este coche fue precisamente la cantidad de electrónica que tenía, que desembocó en múltiples averías y fallos eléctricos. Es lo que tiene cuando una empresa en condiciones económicas delicadas apuesta por un producto al que habría que haberle dedicado más desarrollo y mimo. La mayoría de las unidades se vendieron a los Estados Unidos y a los países del Golfo Pérsico, de hecho, cuenta la leyenda que cuando los jeques se quedaban tirados con su Lagonda en una carretera en medio del desierto lo abandonaban y fuera. Sea como fuere, se amo o se odie, el Lagonda se ganó su lugar privilegiado en la historia del automóvil como la última extravagancia de un periodo que jamás volverá a repetirse.
Sin duda uno de los noticiones del año para los coleccionistas ha sido la esperada llegada del Lagonda de Minichamps tras una espera de más de un año desde que fuera anunciada su inclusión en el catálogo. Lo que más llama la atención cuando se tiene en la mano es su colosal tamaño, ya que sobresale de la peana por delante y por detrás. El molde parece bastante correcto y fidedigno, ya se sabe que son los moldes una de las mejores cualidades de Minichamps. El modelo representa a uno de los Lagonda de la primera época, o sea, de 1976 a 1984, evidenciado por la línea dorada que recorre la mitad de las puertas y las llantas tipo tapacubos. Destaca también un interior muy trabajado con el volante de un sólo radio, el cuadro de instrumentos perfectamente decorado imitando los indicadores digitales así como los asientos, donde se adivinan los pliegues del cuero, además de los adornos de madera en las puertas. En esta primera realización Minichamps ha optado por un gris metalizado oscuro muy habitual con interior claro, aunque para Modelcarworld se ha hecho un modelo especial en serie limitada en color ocre metalizado, muy llamativo, y más propio de las versiones destinadas al mercado de Estados Unidos. Así pues, el mercado de las miniaturas ya cuenta con su modelo más asequible del extravagante Aston Martin Lagonda, que se une a las ya existentes de marcas como Western Models, ABC Brianza, Showcase y VF-Models.
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