La Bristol Airplane Company se hizo famosa durante la II Guerra Mundial por sus aviones, destacando especialmente el bombardero Blenheim. Al final de la contienda y para asegurar los puestos de trabajo de su factoría, el Gobierno británico recomendó que estudiara la posibilidad de construir automóviles, ya que eran tiempos de paz que no requerían la misma carga de trabajo para fabricar aviones. Los primeros ensayos con un prototipo propio realizados en un aeródromo de la compañía revelaron un coche que acabó destrozado debido a su mala calidad.
Por tanto, la marca reorientó su trabajo y gracias a un directivo de la BMW, empresa alemana que fue sancionada por su activa colaboración con las potencias del eje duranta la guerra, Bristol recibió muchas piezas excedentes de modelos de la casa bávara de los años 30, incluido el excelente motor de seis cilindros en línea del deportivo 328, mecánica que Bristol calcó y construyó bajo licencia en Gran Bretaña.
En 1947 nace el primer coche de Bristol, el 400. Sólo basta con echar una mirada a sus rasgos estilísticos para ver el evidente parecido con los BMW de una década anterior, destacando ante todo la clásica parrilla de doble riñón, el símbolo más característico de los coches BMW. El chasis del Bristol 400 era el del BMW 326, la carrocería se basaba en la del 327 Coupé, aunque modificada, y el motor, como ya hemos dicho antes, era el seis cilindros en línea de 2.0 litros y 80 CV del 328.
Según se recoge en la literatura especializada y en la prensa de la época, los Bristol se ganaron pronto fama de coches de excelente manufactura, y es que su fabricación se regía por los mismos cánones que la de los aviones. Las primeras unidades del 400 se vendieron con un carburador y baja compresión para hacer frente a la escasez de gasolina, más tarde incorporaron tres. No obstante, los Bristol no se consideraron nunca coches deportivos, sino turismos de lujo para viajar muchos kilómetros cómodamente.
Ciertamente la marca británica Bristol no goza de una buena representación de miniaturas en escala 1/43. De hecho, salvo ésta de Lansdowne, disponible en dos variantes de color, sólo la marca hermana de Spark, Bizarre, tiene en su catálogo algunos modelos de competición. Por tanto estamos ante la única miniatura actual de un modelo de calle de Bristol. Como ya he dicho en más de una ocasión, la marca Lansdowne pertence al grupo Brooklin Models y es la división de dicha compañía especializada en autos clásicos británicos, al igual que Rob Eddie se dedica a los clásicos suecos (Volvo y Saab, más que nada). Si bien todos los coleccionistas sabemos que los Brooklin, y por ende los Lansdowne, son miniaturas sencillas pero de líneas y formas de gran perfección, no obstante, en este Bristol, una de sus últimas creaciones, sí se ve una evolución en cuanto al detallado de la carrocería se refiere, además del interior. Así pues vemos que han sido reproducidos en piezas independientes los tiradores de las puertas, la tapa del depósito del combustible o el buge central de la rueda de respuesto. Llama la atención el salpicadero del coche imitando los colores de la madera, muy propio de todo clásico británico, y la tapicería en gris claro para hacer contraste con el color negro de la carrocería. Muy bien realizadas están igualmente las llantas típicas de este coche, que eran las de los BMW pero con el emblema de Bristol sobre el tapacubo en sustitución de la hélice blanquiazul de la marca bávara. En definitiva, se trata de una de las pocas miniaturas de coches Bristol que hay en la actualidad, por lo que todo aquel coleccionista muy interesado en este coche, no tiene otra opción.
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