domingo, diciembre 26, 2021
Citroen SM de Milezim
sábado, diciembre 18, 2021
Citroen DS 21 Pallas de Milezim
Gracias a su diseño radical y disruptivo, y a su sofisticada e innovadora técnica, el Citroen DS se movió como pez en el agua por el mercado automovilístico durante sus 20 años trayectoria. Además, poco a poco iba evolucionando tanto estética como técnicamente, por lo que su adaptación era perfecta y siempre se encontraba en la vanguardia. Pocos automóviles de su tiempo, en realidad ninguno, podía decir lo mismo, pues el DS circulaba con mucha ventaja en todos los sentidos.
1967 fue el último año en que el Citroen DS lució el frontal original de luces indiviaduales obra de Flaminio Bertoni antes de que su sucesor en el cargo de responsable de diseño de Citroen, Robert Opron, otorgara su impronta a la DioSa con los nuevos grupos ópticos dobles y carenados que giraban a la par que la dirección del coche.
Cinco años antes, en 1962, el Citroen DS recibió la primera actualización estética de su trayectoria, con un rediseño del morro que mejoró su ya de por sí excelente aerodinámica. A partir de esos años fuer muy común el uso de las luces frontales gemelas. Citroen ofrecía en los DS un juego de lámparas de posición colocadas sobre el parachoques delanteros. Eran opcionales excepcto en las versiones más equipadas, especialmente el Pallas.
Este acabado destinado a las versiones más lujosas de la DioSa fue introducido en 1965 en clara referencia a la deidad Pallas Athenea de la mitología griega. La terminación Pallas incluía una mejor insonorización interior -ya de por sí buena en el coche a nivel general-; tapizado interior de mayor calidad, incluyendo asientos de cuarto; embellecedores exteriores; y, desde 1966, ajuste de altura en los asientos delanteros.
Pero las auténticas novedades del DS de 1967 se encontraban bajo la carrocería, concretamente una importante puesta al día de la auténtica alma del coche, el sistema hidráulico. Citroen introdujo el nuevo fluido LHM de base mineral en sustitución del anterior LHV con base vegetal. El fluido LHM se caracterizó por su color verde. El LHV, de color rojo, resultó ser higroscópico, y causó problemas de corrosión en el sistema, por tal motivo Citroen lo cambió por el nuevo. Resulta llamativo que el nuevo fluido tardó en ser aprobado en los EEUU por su Departamento de Transportes, por lo que las primeras unidades LHM llegaron al otro lado del Atlántico ya con el nuevo aspecto de Robert Opron.
En el capítulo mecánico, los DS 21 equipaban una nueva versión del motor de cuatro cilindros, que había crecido hasta los 2.1 litros y erogaba 106 CV. Gracias a la incorporación de inyección electrónica, la potencia del DS 21 creció hasta los 125 CV en 1969. El cambio era de cuatro velocidades sincronizadas por el propio sistema hidráulico del coche, que también asistía al embrague. Su accionamiento era por una palanca colocada sobre el tablero de instrumentos y el volante de un sólo radio.
La presencia de miniaturas, de todas las escalas y especialmente 1/43, del Citroen DS en el mercado es bien importante y es posible acceder a una buena réplica por una razonable cantidad de dinero, valgan como ejemplo las realizadas por Norev, Ixo, UH o Vitesse, las cuales apenas superan los 30 euros de precio. No obstante, dentro de la novedosa línea Milezim del grupo Spark-Minimax nos llegan unas impresionantes realizaciones en escala 1/43 de la mítica DioSa modeladas en resina y con la habitual calidad de los productos Spark que en poco supera el precio de un DS diecast de Norev que se vende a 33 euros. En muchas ocasiones hay coleccionistas que afirman conformarse con una réplica de gama media de un automóvil muy popular, como puede ser el caso del DS. Hoy, gracias a Milezim, ese comportamiento se puede evitar pues las réplicas de Milezim se mueven en una escala de precios muy similar a otros competidores diecast, y terminas llevándose a casa una buena miniatura de resina con todas las de la ley. Otra cosa sería el escepticismo de algunos coleccionistas con la resina, no obstante, el precio no debería ser un obstáculo.
Lo que más llama la atención del DS 21 Pallas de Milezim que protagoniza esta entrada es la acertada forma de su molde, con unas proporciones impecables. En cuanto al acabado, es el mismo que puede tener cualquier modelo de Spark, con detalles muy finos ya sea en el exterior como en el interior. Ya protagonizo hace unos meses su entrada otro DS de Milezim, en este caso el modelo de lanzamiento de 1955, y todo lo que dijimos de esa miniatura en términos de calidad puede aplicarse a esta. El hecho de que los Milezim sólo se vendan desde su propio canal quizás esté lastrando su llegada a más coleccionistas, aunque poco a poco cada vez se ven más. Y esperemos que los aquilatados precios que tienen se mantengan.
Es mi deseo dedicar esta entrada a mi hermano y socio Daniel Laborde, pues gracias a él este DS 21 de Milezim se vino para Cádiz directamente desde la Boutique Auto Moto de París.
sábado, diciembre 11, 2021
Ford GT40 MK III de Matrix Scale Models
El Ford GT40, o Ford GT a secas, ha pasado a la historia por ser uno de los automóviles de competición más formidables jamás fabricados gracias a un abultadísimo palmarés de éxitos. Sin embargo, las pocas versiones de calle que se construyeron no gozaron de la grandeza de sus hermanos de carreras. Y es que parece ser que tener en el garaje el coche que frenó la imparable racha ganadora de Ferrari en Le Mans no era tan atractivo en la práctica como en la teoría.
El primer intento de Ford por vender una versión de calle del GT40 respondió a la búsqueda de un retorno a la brutal inversión realizada en el desarrollo del coche de competición. Dichas unidades del GT 40 MK I se pusieron a la venta en 1965 y se distinguían por sus llantas de radios y una mecánica más civilizada, por lo demás, eran idénticos. No obstante, el mercado no mostró mucho interés por poseer el Ford más rápido de todos los tiempos, especialmente en EEUU, donde el coche no cumplía ciertos requerimientos necesarios para circular y sólo se vendía con el volante a la derecha.
Hubo una segunda tentativa: el Ford GT40 MK III, que es el único GT40 concebido específicamente como coche de calle. En 1967 Ford vendió su fabrica de Advanced Vehicles en Slough, Inglaterra, a JW Automotive, empresa que había estado gestionando sus programas de competición dirigida por el mítico John Wyer, la cual se encargaría de la construcción de los nuevos GT40 de calle.
El GT40 MK III estaba basado en el mismo y exitoso chasis monocasco de acero que su hermano de competición, que a su vez fue recubierto de espuma para insonorizarlo e incrementar su seguridad. Los tanques de gasolina de bolsas de goma fueron sustituidos por unos de aluminio, más robustos pero más pequeños. En el interior, el cambio más significativo fue la colocación de la palanca de cambio en el centro del habitáculo entre los asientos, lo que abría la posibilidad de que el coche pudiera venderse con el volante a la derecha y a la izquierda, uno de los talones de Aquiles del GT40 MK I de calle que lastró su éxito comercial.
Al igual que el GT40 MK I de calle, el MK III equipaba un motor V8 Small Block, en esta ocasión la misma unidad de los Shelby Mustang GT 350, con 4.7 litros y 300 CV de potencia, algo alejado del desempeño que producían las unidades competición con el motor de 7.0 litros, pero más afín a la filosofía de un coche de calle. Otra modificación orientada más al confort y la practicidad fue la desaparición del complejo de sistema de escape tipo Spaghetti en beneficio de uno más convencional, más corto y recto, que proporcionó espacio para el equipaje justo detrás del compartimento del motor. El nuevo sistema de escape originó un problema de refrigeración en los componentes de la caja de cambios que tenían tendencia a sobrecalentarse al estar todos estos elementos muy cerca entre sí.
Otro escollo importante a solucionar respecto a los MK I de calle era que los coches pudieran venderse en el principal mercado de los automóviles deportivos y de lujo, EEUU. Para ello se modificó la parte frontal. Las luces se colocaron más altas y se dotaron de nuevas ópticas redondas en lugar de las rectangulares. La parte trasera creció unos centímetros extra de longitud precisamente para proporcionar el espacio necesario para el equipaje. Todo el interior fue revestido de cuero de la mejor calidad mientras que el cuadro de instrumentos tan característico se mantuvo sin apenas cambios. El tacómetro se colocó en el centro y el velocímetro en la esquina más alejada.
Pese a que la fabricación de los GT40 MK III corría de manos de la gente de John Wyer, la relación con Ford era muy estrecha, y la propia marca asumió, como no podía ser de otro modo en un producto de este calibre, su distribución y marketing. Con un precio de 18.500 dólares en 1967, el GT40 MK III era el coche más caro que Ford tenía en catálogo entonces, apenas el modelo de competición costaba 2.000 dólares más.
Contrariamente al GT40 MK I de calle de 1965, Ford se involucró a fondo en la promoción para la venta del MK III, pero de nuevo fue un fracaso comercial. El coche no se mostraba muy adecuado para su uso por carretera, sobre todo porque su caja de cambios tenía un uso muy impreciso. La baja calidad de construcción y pobre fiabilidad fueron otros condicionantes de sus malos resultados.
Por todo lo expuesto, sólo siete unidades del GT40 MK III salieron de la factoría de Slough entre 1967 y 1969 y pocos se vendieron directamente a clientes, entre los que destacó uno para el director de orquesta austríaco Herbert Von Karajan, gran apasionado de los automóviles rápidos y deportivos y reconocido 'Porschista'. Algunas unidades fueron empleadas por Ford para fines promocionales y el propio John Wyer se quedó con uno de color burdeos para su uso personal.
En mis más de dos décadas de coleccionista nunca había tenido una miniatura del Ford GT40, algo que puede sorprender pues se trata de un modelo harto reproducido, pero es fácil de comprender, ya que soy coleccionista de vehículos de calle y mayormente el Ford GT40 es un auto competición y así es la inmensa mayoría de sus miniaturas. Hace más o menos un año Matrix Scale Models puso a la venta esta versión del MK III de calle y supe que si un GT40 entraba en mi colección sería éste.
Matrix concretamente ofrece dos versiones del Ford GT40 MK III, una burdeos réplica de la unidad que poseyó el propio John Wyer y el que presento en esta nueva entrada, concretamente el XP 130-1, primera unidad fabricada y prototipo. De color azul claro metalizado, fue el coche expuesto en el New York Motor Show de 1967 y fue probado por la revista americana 'Car & Driver'. Vendido originalmente en Nueva York, el coche pasó muchos años en el Museo del Motor de Saratoga. En 2005 fue vendido a un coleccioinista del Reino Unido que lo convirtió a especificaciones MK II de competición. Luego fue regresado a su condición original con la ayuda del historiador del automóvil Ronnie Spain. Fue igualmente restaurado y mostrado al público en el Peeble Beach de 2016. En 2017 quedó segundo en el Concurso de Belleza Salón Privé celebrado en el Palacio de Blenheim.
La miniatura de Matrix llama la atención por su contenidísimo tamaño y el alto nivel de ejecución con que ha sido realizada. Parece correcta en formas y proporciones y goza del habitual acabado de alta calidad que Matrix imprime a todas sus creaciones. Desde mi punto de vista, lo más criticable es el tamaño del limpiaparabrisas único y quizás las llantas algo más grandes, pero ni mucho menos son obstáculos para hacerse con él. Si se quiere y se busca un GT40 de calle en escala 1/43, esta parece la opción más correcta.
sábado, noviembre 20, 2021
Monteverdi Sierra Cabriolet de Avenue 43
viernes, noviembre 12, 2021
Intermeccanica Murena 429 GT de Autocult
Si el mercado no te ofrece el automóvil que estás buscando, sin duda alguna la mejor opción es fabricárselo uno mismo, sobre todo para los dos acaudalados neoyorquinos Joe Vos y Charlie Schwendler. Este par de amigos disfrutaba de conducir un Porsche 911, pero cuando iban de viaje a esquiar su deportivo alemán no tenía espacio suficiente para el equipaje y el material, con lo cual tenían que recurrir un auto de mayor tamaño y, por supuesto, no tan divertido de conducir. Es por eso que fraguaron la idea de construir un automóvil que fuese potente y divertido de conducir a la vez que práctico y espacioso. Obviamente, este situación puede parecer una auténtica excentricidad, pero si se tiene en cuenta que Schwendler era el heredado de la compañía aeronáutica Grumman, la cosa iba bastante en serio.
La idea de colocar un motor V8 de gran serie americano en un deportivo europeo tuvo un especial predicamento en la década de 1960 dando lugar a la primera utilización de concepto de automóvil híbrido. Esta tendencia permitió que algunos apasionados del automovilismo optaran por construirse un coche al gusto una vez que el mercado estándar no podía satisfacer su propia necesidad. Fue la fórmula en la que pensaron Vos y Schwendler.
A la hora de buscar a un fabricante para el coche de sus sueños, el camino les llevó directamente al empresario canadiense Frank Reisner y su empresa Intermeccanica con base en Turín. En un principio, Reisner se mostró desconfiado, pues ya había tenido alguna mala experiencia con clientes similares. Incluso llegó a sospechar que se trataba de dos inspectores de Hacienda. Vos y Schwendler por su parte tampoco se mostraron muy convencidos de las posibilidades de Intermeccanica tras la primera visita a su sede en 1968, pero al final hubo entendimiento, sobre todo porque los dos amigos sólo querían dos coches.
Tal y como recoge el libro 'Intermeccanica, the story of the prancing bull', de Andrew McCredie, el diseño del coche fue obra del joven Ivo Barison y no del célebre Franco Scaglione, por entonces diseñador jefe de Intermeccanica. Un artista de la madera llamado Rainiero se encargaría de realizar los moldes en madera. Llamaban la atención de las formas del coche su altura y anchura, además de su generoso tamaño. El diseño aplicado fue el de una especie de 'Shooting Break', de puertas hacia delante parecía un coupé y de puertas hacia atrás un familiar. El enorme capó albergaba un motor Ford V8 Big Block de 7.0 litros -429 ci- que erogaba 360 CV, aparejado a una caja de cambios automática de tres velocidades.
Resulta también curiosa la anécdota relativa a la denominación del coche. Se cuenta que Joe Vos estaba cenando en un restaurante muy exclusivo con un ejecutivo de la Fiat, y preguntó por el nombre del pescado con que estaba hecha su ensalada. Le explicaron que era Murena, un pez de forma alargada y apariencia feroz que se esconde a esperar sus presas en cavernas submarinas. Le gustó y lo adoptó. Vos se jactaba que sólo le había costado cuatro dólares elegir la denominación de su coche cuando por norma general suele ser un proceso largo y costoso. Unos años después, Simca también denominaría como Murena a uno de sus coches.
En 1969 ya estaba listo el primer Murena y Charlie Schwendler viajó a Italia para llevarlo a EEUU en el crucero 'Rafaelo' con destino el New York Motor Show, donde se expuso al público por primera vez. A un altísimo precio de 14.750 dólares, el primer Intemerccanica Murena fue adquirido por un concesionario Maserati de California. Se anotaron 200 pedidos, incluyendo el encargo del entonces vicepresidente ejecutivo de Ford, Lee Iacocca, el cual acordó con Vos y Schwendler que pasarían por Detroit con el coche de muestra para lo pudieran ver en la sede central de Ford. En su periplo atravesando EEUU fueron multados al ser cazados por la Policía a 260 Km/H, aunque todo lo pudieron arreglar permitiendo a los agentes de la Ley probar el exótico automóvil.
Finalmente la producción del Intermeccanica Murena se ciñó a entre 10 y 11 unidades según autores. La limitada capacidad de Intermeccanica y que Vos y Schwendler no quisieron dar el paso de constituirse como fabricantes fueron los motivos principales. Destaca también la anécdota de uno de los miembros del grupo de hard rock Iron Butterfly, que adquirió un Murena, lo destrozó, y compró una segunda unidad.
Como automóvil, el Intermeccanica Murena era realmente interesante y muy exótico. Gracias a los 360 CV de su motor y pese a su generoso tamaño, aceleraba de 0 a 100 en 7,5 segundos. Podía solicitarse con dos o cuatro asientos y el equipamiento era bien abundante. Asientos e interior de cuero, vidrios polarizados, ventanilla trasera térmica, radiocasette de ocho pistas, minibar, nevera y mesa de picnic. Sin duda, el coche ideal según el propósito para el que sus creadores lo concibieron. Su consola central llena de interruptores parecía la de un avión.
Autocult, la marca creada por Thomas Rotschmann, se caracteriza por reproducir a escala 1/43 y en resina los vehículos más raros y exóticos de la historia del automóvil y este Intermeccanica Murena encaja perfectamente en su filosofía. Fue lanzado al mercado en abril de 2016, siempre me llamó la atención y recientemente decidí que ya era hora de incluirlo en la colección. Pese a ser una miniatura de aspecto sencillo, cuenta con un acabado de primer orden y destaca especialmente la magnífica aplicación de la pintura. Las formas del molde parecen correctas y proporcionadas y el interior está muy detallado, algo que podemos observar al mirar por su luneta trasera. Una incorporación perfecta para mi subcolección de coches híbridos de los 60 y 70 y el segundo Intermeccanica de mi colección. Una miniatura sensacional que merece mucho la pena y que recomiendo a todo aquel que esté planeando adquirirla, que no lo demore mucho, pues cada vez son más escasos.