jueves, febrero 28, 2019

Mercury Montclair Convertible 1956 de Goldvarg Collection











Denominar un coche haciendo uso de un lugar geográfico es muy común en la industria del automóvil. Cuando se trata de un modelo de lujo o se pretende resaltar su exclusividad lo lógico es emplear la denominación de un lugar que destaque por una característica similar. No se sabe bien a ciencia cierta el por qué, pero Mercury, una de las divisiones de la Ford Motor Company, empleó la denominación Montclair, un municipio residencial de clases pudientes de Nueva Jersey cercano a la ciudad de Nueva York, para su modelo Premium a partir de 1955.

El Mercury Montclair inició su trayectoria en 1955 como en Estados Unidos se conoce un 'full size car', cuya traducción interpretada al castellano vendría a ser algo así  como 'tope de gama'. Lo más distintivo de los Mercury Montclair de 1955 y 1956 fue la profusión de elementos cromados y la pintura bicolor, factores que los diferenciaba del resto de la gama de productos de Mercury.

Y es que Mercury seguía luchando contra el sambenito de que sus coches fueran algo más que un Ford con una insignia diferente. De hecho, los eslóganes comerciales empleados en 1956 incidían en ese "algo más" ya fuese un mayor equipamiento disponible o motores con más potencia. También fue una ayuda a las ventas las cinco victorias obtenidas ese año por Mercury en la Nascar.

El Montclair se vendía como sedán de cuatro puertas, coupé de dos puertas y descapotable. El coupé de dos puertas estaba disponible con la atractiva opción Sun Valley, un techo de cristal panorámico. Todos iban equipados con el motor V8 de 5.2 litros -312 ci- de 225 CV de potencia.

Para 1957 el Montclair fue degradado de categoría en la gama Mercury con la introducción del nuevo y llamativo Turnpike. En 1960 la denominación Montclair desaparece y es retomada en 1964 hasta 1969.

En esta última entrada de 'El Kekomóvil' celebro la inclusión en la colección de una miniatura de un fabricante del que hasta ahora no tenía nada. Hablar de Goldvarg Collection es hacerlo de un nombre con mayúsculas en el mundo del coleccionismo, toda una referencia. Se trata de la firma que creó el empresario, arquitecto, periodista y coleccionista argentino Sergio Goldvarg allá por la década de los 90 del siglo pasado. Como nota informativa, Sergio posee una colección que ha sido reconocida en dos ocasiones por el Libro Guiness de los Records. También posee una colección de clásicos entre los que destaca un Batmóbil de 1966. Sergio Goldvarg comenzó con las reproducciones a escala 1/43 de autos clásicos americanos en metal blanco en su Argentina natal y sus modelos pronto ganaron gran popularidad entre los coleccionistas más sibaritas y exigentes. La situación económica argentina provocó que Sergio abandonase la producción de modelos abandonando su país natal y estableciéndose en Florida, Estados Unidos. Sergio Goldvarg asesoró a la firma juguetera argentina Buby con su preciosa serie para coleccionistas adultos Collector´s Classics, de la que algunas de sus miniaturas han pasado por 'El Kekomóvil'.

Hace un par de años Sergio retomó la actividad como fabricante de modelos a escala, aunque en esta ocasión en vez de réplicas en metal blanco optó por miniaturas en resina, muy de moda actualmente. En estos momentos, la nueva gama de productos Goldvarg Collection cuenta en su catálogo con una decena de referencias producidas y con la producción vendida, sólo encontrándose stock en algunos distribuidores. Una nueva remesa de referencias está en camino.

El Mercury Montclair Convertible de 1956 es la segunda referencia de la nueva etapa de Goldvarg Collection en resina. Está disponible en dos combinaciones de color, amarillo sobre negro y el que protagoniza la nueva entrada de este blog, el GL-002 en blanco sobre persimón, precisamente un modelo que rinde homenaje a una vieja referencia de Goldvarg Collection de la anterior etapa en metal blanco, el primer modelo bicolor producido por Goldvarg Collection. Cada nueva referencia de Goldvarg Collection es una serie limitada y numerada de 150 unidades, característica que acredita una placa identificativa en la base donde se presenta la miniatura. 

Centrándome en la miniatura, se trata de una réplica de gran calidad y con una apariencia muy particular. Contrariamente a otros fabricantes que ofrecen un producto similar, Goldvarg opta por reducir al mínimo las piezas de fotograbado, aunque ello no supone una merma ni en la calidad del producto ni en su realismo. Las medidas y formas de su molde, atendiendo a fotos del coche real, parecen correctas. El acabado es de primer nivel, pero volviendo a una idea expuesta arriba, pese a ser modelos de resina, su aspecto no se asemeja mucho al producto que firmas similares ofrecen. Esta miniatura tiene cierta esencia añeja propia de las miniaturas de metal blanco. Sea como sea, el producto final merece un sobresaliente. Una advertencia para el coleccionista que va a adquirir su primer Goldvarg: cuidado, son adictivos y tras el primero el segundo está cerca y en camino. Para terminar, sólo queda felicitar a Sergio Goldvarg por el trabajo realizado y animarle a seguir con su labor.

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